No queríamos agarrarnos de la mano por miedo al vacío, miedo a que los pedazos que quedaban de nosotros fuesen demasiado pequeños para poder rehacernos.
Por eso, a veces el amor pasa de largo, pasa ante nuestros ojos y lo dejamos ir, no porque no se presente, sino porque son muchos los factores que anteponemos a él…
Pero pasó un día, un día quisimos agarrarnos de la mano, quisimos abrazarnos hasta hacer detener el tiempo. Pasó sin querer, sin buscarlo; un «te quiero» nos devolvió a la vida, y con la vida volvió todo aquello que habíamos extraviado, que creíamos haber perdido.
No queríamos agarrarnos de la mano, pero desde que lo hicimos, no hemos podido soltarnos.